Comer bien también calienta: cómo alimentarte para cuidar tu cuerpo en invierno
El invierno no solo enfría el ambiente, también ralentiza el metabolismo. Los días más cortos, el menor tiempo al sol y la bajada de temperatura alteran nuestro equilibrio interno. Comer bien no solo aporta energía, sino que también ayuda a mantener el calor corporal, reforzar las defensas y evitar la clásica sensación de cansancio y decaimiento de los meses fríos.
El cuerpo en modo invierno
Cuando hace frío, el organismo gasta más energía para conservar la temperatura corporal. Es habitual sentir más hambre, sobre todo de alimentos calientes y más calóricos. No es casualidad: es un mecanismo natural de supervivencia. Sin embargo, eso no significa que debamos comer más grasa o azúcar, sino elegir mejor lo que comemos.
Una sopa caliente no solo reconforta el alma; ayuda al cuerpo a mantener su temperatura sin sobrecargar el sistema digestivo. Por eso, los platos de cuchara vuelven a ganar protagonismo durante esta estación.
Alimentos que calientan desde dentro
La nutrición invernal debe centrarse en ingredientes que aporten energía sostenida y ayuden a fortalecer el sistema inmunitario. Algunos ejemplos:
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Legumbres (lentejas, garbanzos, judías): ricas en hierro y proteínas vegetales, son la base perfecta para sopas y guisos.
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Tubérculos y raíces (zanahoria, batata, calabaza): aportan betacarotenos, excelentes antioxidantes naturales.
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Cereales integrales como la avena o el arroz: liberan energía de forma lenta y ayudan a mantener la sensación de saciedad.
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Especias termogénicas (jengibre, cúrcuma, canela): elevan ligeramente la temperatura corporal y estimulan la circulación.
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Frutas de invierno (kiwi, naranja, granada): fuente de vitamina C, que refuerza las defensas naturales.
Un desayuno con copos de avena caliente, manzana asada y una pizca de canela puede ser un ejemplo perfecto de energía duradera y bienestar digestivo.
El papel del agua y las infusiones
Uno de los errores más frecuentes del invierno es beber poca agua. Al no sudar tanto como en verano, olvidamos hidratarnos. Sin embargo, la calefacción y el aire seco aumentan la pérdida de agua a través de la piel y las mucosas.
La solución pasa por incorporar infusiones naturales, caldos vegetales o simplemente agua templada con limón. La hidratación constante mantiene la piel elástica, el sistema renal activo y ayuda al cuerpo a eliminar toxinas.
La importancia de las vitaminas del grupo B y D
En los meses fríos, especialmente cuando hay poca exposición solar, los niveles de vitamina D suelen caer. Esta vitamina es clave para el sistema inmunitario y para la absorción del calcio. Los pescados azules (sardina, caballa, salmón) y los huevos son buenas fuentes naturales.
Las vitaminas del grupo B, presentes en frutos secos, cereales integrales y legumbres, son esenciales para mantener el metabolismo energético y combatir el cansancio típico del invierno.
Ejemplo de menú diario equilibrado para el frío:
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Desayuno: avena con leche o bebida vegetal, kiwi y semillas de chía.
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Comida: lentejas estofadas con verduras y un trozo de pan integral.
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Cena: crema de calabaza, pescado al horno y una infusión de jengibre.
Desde el punto de vista médico
Una buena alimentación no solo previene enfermedades, también mejora la calidad de vida en los meses más duros. En Central Médica, los nutricionistas coinciden en que el invierno es un momento ideal para revisar hábitos, planificar menús y reforzar las defensas. Comer bien no es un capricho, es una herramienta terapéutica al alcance de todos.
Y recuerda: un cuerpo bien alimentado no solo se calienta mejor, también se defiende mejor.
