
Suplementos de vitamina D: la inesperada batalla entre D2 y D3
Imagina a Carmen, 62 años, diagnosticada con osteoporosis leve. Vive en Madrid, pasa gran parte del tiempo en interiores y, tras la recomendación de una amiga, comenzó a tomar suplementos de vitamina D comprados en la farmacia sin receta. Creía que todas las vitaminas D eran iguales, y que solo aportaban beneficios. Lo que no sabía es que la ciencia acaba de descubrir que no todas actúan de la misma manera: de hecho, en su cuerpo puede estar librándose una auténtica “guerra” bioquímica.
Un déficit que se extiende en Europa
En torno al 40% de los europeos presenta niveles bajos de vitamina D. La reducción del tiempo al aire libre, el uso riguroso de protección solar y los hábitos urbanos están detrás de esta carencia. España, a pesar de su abundancia de sol, no es inmune: la vida en oficinas y el ritmo actual favorecen que muchas personas lleguen al otoño con reservas insuficientes.
El déficit de vitamina D no es un detalle menor. Afecta al metabolismo del calcio, debilita los huesos y está relacionado con infecciones recurrentes y enfermedades crónicas.
La vitamina D en dos bandos: D2 frente a D3
Durante décadas se asumió que daba lo mismo recurrir a suplementos de vitamina D2 o D3. Ambas formas parecían intercambiables. Sin embargo, un metaanálisis reciente realizado en el Reino Unido con más de 600 participantes cuestiona esta idea: los investigadores comprobaron que quienes recibieron vitamina D2 vieron descender sus niveles de D3 en sangre, la forma que realmente actúa como reserva útil para el sistema inmunitario y el metabolismo óseo.
En otras palabras, la suplementación con D2 no solo no eleva los niveles de D3, sino que puede reducirlos. La creencia de que ambas eran equivalentes ha quedado en entredicho.
Por qué este hallazgo es importante
El descubrimiento plantea una cuestión crítica: si la vitamina D3 se muestra más eficaz, ¿debemos priorizarla en la práctica clínica? Todo apunta a que sí. Los investigadores señalan que, aunque cualquier aporte en casos de déficit es mejor que nada, la D3 mantiene mejor los niveles protectores.
El dilema aparece en la elección de origen: la D2 suele ser de origen vegetal, mientras que la D3 procede tradicionalmente de animales. Para quienes siguen dietas veganas, la D2 ha sido la opción preferida, aunque ya se investiga cómo obtener D3 de fuentes no animales.
Riesgos del uso indiscriminado
Los suplementos de vitamina D no son inocuos. España vivió en 2025 un episodio preocupante en Baleares: varias personas fueron hospitalizadas tras ingerir un suplemento defectuoso. Más allá de casos puntuales, el abuso de vitamina D puede producir hipercalcemia —exceso de calcio en la sangre— con síntomas como vómitos, arritmias, confusión mental y daño renal.
Por eso, los expertos insisten: la suplementación debe realizarse solo bajo indicación médica, tras valorar niveles en sangre y riesgo individual.
¿Y qué papel juega la luz solar?
La principal fuente de vitamina D sigue siendo la exposición solar. No se trata de largas horas bajo el sol, sino de exposiciones cortas y seguras: unos 15 minutos al día con protección ligera en personas jóvenes y unos 30 minutos en personas mayores o con huesos frágiles pueden marcar la diferencia. Es un hábito que, combinado con una dieta equilibrada, previene en gran medida el déficit sin necesidad de suplementación excesiva.
El hallazgo de que la vitamina D2 puede disminuir los niveles de D3 nos recuerda que en biología nada es tan simple como parece. La vitamina D, considerada un micronutriente básico, es en realidad un regulador complejo con efectos que apenas comenzamos a comprender.
El consejo práctico es claro:
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No tomar suplementos sin control médico.
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Apostar primero por el sol seguro y los alimentos ricos en vitamina D.
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Cuando se requiera suplementación, valorar la forma más eficaz y segura según cada caso.
La “guerra” entre la D2 y la D3 no es una anécdota, es un aviso: incluso las soluciones más populares pueden esconder sorpresas. Y el mejor camino siempre será la prevención guiada por criterio médico, evitando excesos y confiando en la ciencia para ajustar el tratamiento a cada persona.