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¿La nueva "solución mágica" para adelgazar? El debate médico sobre Ozempic, Wegovy y Mounjaro

La popularidad de estos medicamentos para perder peso ha crecido de forma alarmante, impulsada por redes sociales y celebridades. Pero ¿qué dice realmente la ciencia sobre su uso fuera del contexto médico indicado?

Introducción: El caso de Marta, 34 años

Marta tiene 34 años, no sufre de diabetes ni obesidad mórbida, pero desde hace meses le ronda la idea de probar "el pinchazo para adelgazar" del que ha oído hablar en redes sociales. Una amiga suya, sin sobrepeso evidente, ha perdido más de 10 kilos usando Ozempic, y se lo ha recomendado. “No es para tanto —le dice—, solo una inyección a la semana y ni hambre te entra.” Marta busca perder unos 6 kilos que no ha conseguido eliminar con dieta y ejercicio, y empieza a plantearse que, si hay una solución más rápida, ¿por qué no probarla?

Este es el perfil cada vez más habitual de quienes acuden a consulta preguntando por fármacos como Ozempic (semaglutida), Wegovy o Mounjaro (tirzepatida): personas sin indicación médica real que buscan una pérdida de peso estética y rápida, sin considerar los riesgos.

1. ¿Qué son realmente estos fármacos?

Ozempic y Wegovy están basados en semaglutida, un análogo del péptido-1 similar al glucagón (GLP-1). Originalmente diseñados para el tratamiento de la diabetes tipo 2, su acción imita la hormona GLP-1, que estimula la secreción de insulina, inhibe el glucagón y ralentiza el vaciado gástrico. Esto último genera una mayor sensación de saciedad, lo que lleva a una reducción del apetito y de la ingesta calórica.

Wegovy, por su parte, es semaglutida en dosis más altas, y ha sido aprobado por la FDA y la EMA para el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso con comorbilidades (como hipertensión o apnea del sueño), no para usos estéticos.

Mounjaro, basado en tirzepatida, actúa sobre dos receptores: GLP-1 y GIP (polipéptido insulinotrópico dependiente de glucosa), ofreciendo una pérdida de peso más potente en ensayos clínicos, pero aún en fase de evaluación para indicaciones específicas más allá de la diabetes.

2. La banalización de su uso: una alerta médica mundial

Las alarmas han saltado cuando estos fármacos comenzaron a promocionarse como una suerte de “inyección mágica” para adelgazar, popularizados por influencers, celebrities y clínicas privadas que los ofrecen fuera del control endocrinológico y médico adecuado.

Sociedades científicas como la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición), la SEMI (Sociedad Española de Medicina Interna) y la SED (Sociedad Española de Diabetes) han expresado públicamente su preocupación:

“Estamos asistiendo a una trivialización peligrosa del tratamiento farmacológico de la obesidad, con uso inadecuado de medicamentos cuyo perfil de seguridad a largo plazo todavía no conocemos completamente.”

Esto ha derivado en varios problemas graves:

  • Personas sin indicación médica usándolos por motivos estéticos.

  • Escasez de fármacos para pacientes con diabetes tipo 2 que sí los necesitan.

  • Efectos secundarios que se ignoran o minimizan en redes sociales.

3. Efectos secundarios: más allá de la pérdida de apetito

A corto plazo, los efectos adversos más comunes son:

  • Náuseas y vómitos

  • Diarreas o estreñimiento

  • Dolor abdominal

  • Fatiga

  • Mareos

Sin embargo, hay reportes que van más allá:

  • Riesgo de pancreatitis aguda, un efecto adverso grave aunque poco frecuente.

  • Hipoglucemia, especialmente si se combina con otros antidiabéticos.

  • Posibles problemas de vesícula biliar, como litiasis.

Y lo más preocupante: los efectos a largo plazo aún son inciertos. Hay estudios en curso sobre:

  • Su impacto en la función pancreática a largo plazo.

  • Su relación con ciertos tumores neuroendocrinos (aunque no concluyentes).

  • La posibilidad de efectos rebote severos tras suspender el tratamiento, con aumento rápido del peso perdido y más.

4. El rebote y la dependencia emocional

Uno de los aspectos más olvidados es el efecto psicológico y metabólico posterior. Diversos estudios —como el STEP-4 sobre semaglutida— muestran que una vez interrumpido el tratamiento, muchos pacientes recuperan rápidamente el peso perdido. Esto genera frustración, dependencia emocional del medicamento y en ocasiones trastornos alimentarios.

Además, el paciente no aprende hábitos de alimentación ni modifica su estilo de vida, lo cual debería ser el eje fundamental del tratamiento del sobrepeso.

5. ¿Cuál es la posición responsable como profesionales sanitarios?

Como médicos, no podemos negar que estos fármacos han abierto un nuevo horizonte en el tratamiento de la obesidad severa y con comorbilidades, y deben celebrarse los avances científicos cuando se aplican con rigor y sentido clínico.

Pero también debemos ser contundentes frente a su uso irresponsable y desregulado. No se trata de moralizar, sino de actuar con responsabilidad ante un escenario que puede derivar en problemas de salud pública, desde dependencia hasta efectos secundarios aún no estudiados del todo.

Es urgente que:

  • Se regule con firmeza la prescripción en clínicas estéticas.

  • Se eduque a la población sobre los riesgos de automedicarse o adquirir estos fármacos en canales no autorizados.

  • Se refuercen los programas de salud pública que abordan el sobrepeso desde el entorno clínico, psicológico y nutricional.

La medicina clínica y la nutrición

El uso de fármacos como Ozempic, Wegovy o Mounjaro ha de entenderse como parte de una estrategia médica supervisada en casos concretos de obesidad, nunca como un atajo para adelgazar con fines estéticos.

El sobrepeso y la obesidad son problemas de salud complejos, de origen multifactorial. Su abordaje debe ser interdisciplinar, donde la farmacología solo tiene sentido si se acompaña de educación nutricional, actividad física, seguimiento clínico y apoyo psicológico.

Reducir un tratamiento tan serio a una “moda” de redes sociales es no solo una banalización peligrosa, sino un retroceso en la forma en que tratamos la salud.

Y recordemos algo clave: adelgazar no es lo mismo que sanar.

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