
La insufrible epicondilitis: cuando el dolor en el codo limita tu vida diaria
La epicondilitis, conocida comúnmente como codo de tenista, es una afección musculoesquelética que se manifiesta con dolor persistente en la parte externa del codo, justo en la zona donde los tendones del antebrazo se insertan en el hueso (epicóndilo lateral del húmero). A pesar de su apodo, no afecta únicamente a quienes practican tenis. Cualquier actividad que implique movimientos repetitivos de muñeca o antebrazo puede desencadenarla, como escribir, usar herramientas manuales o incluso cargar bolsas de la compra.
Un problema más común de lo que parece
La epicondilitis lateral afecta aproximadamente al 1-3% de la población general en algún momento de su vida, aunque en ciertos grupos ocupacionales la prevalencia puede alcanzar el 15%. Es más común entre personas de 35 a 54 años, y afecta por igual a hombres y mujeres. En los entornos laborales, supone una de las principales causas de baja por dolor musculoesquelético en extremidades superiores.
¿Por qué aparece? Causas frecuentes de la epicondilitis
La epicondilitis es, en esencia, una sobrecarga crónica de los tendones extensores del antebrazo. Entre las causas más frecuentes se encuentran:
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Movimientos repetitivos de muñeca y antebrazo, especialmente en actividades laborales o deportivas.
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Sobrecarga muscular sin un entrenamiento previo adecuado, como levantar peso de forma brusca.
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Uso prolongado del ratón o teclado en mala postura, común en trabajos de oficina.
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Tensiones acumuladas por estrés o falta de descanso muscular.
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Microtraumatismos crónicos, donde pequeños daños repetidos no permiten la recuperación adecuada del tendón.
Fases de la epicondilitis y tratamiento
La epicondilitis tiene un desarrollo progresivo y, en ocasiones, prolongado si no se trata adecuadamente:
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Fase inicial: Dolor leve ocasional, que aparece tras actividades específicas.
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Fase intermedia: Dolor constante durante el movimiento y al presionar el epicóndilo. Puede dificultar tareas cotidianas.
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Fase crónica: Dolor incluso en reposo, pérdida de fuerza y funcionalidad.
El tratamiento y recuperación pueden durar desde semanas hasta varios meses, dependiendo de la fase en la que se aborde. Las opciones terapéuticas incluyen:
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Reposo relativo: Evitar las actividades que desencadenan el dolor, sin inmovilizar completamente el brazo.
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Fisioterapia: Estiramientos, fortalecimiento progresivo y técnicas como ultrasonido o terapia manual.
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Medicamentos antiinflamatorios: Uso limitado para el control del dolor.
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Infiltraciones de corticoides o PRP (plasma rico en plaquetas): En casos resistentes.
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Cirugía: Solo en un pequeño porcentaje de casos crónicos (menos del 5%) cuando los tratamientos conservadores fallan tras 6-12 meses.
Consejos para mejorar tu calidad de vida si sufres epicondilitis
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Adapta tu entorno laboral: Revisa la ergonomía de tu puesto de trabajo. Usa reposamuñecas, ajusta la altura del teclado y mantén posturas neutras.
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Evita movimientos repetitivos o cargas pesadas: Identifica y modifica hábitos que empeoran la lesión.
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Realiza ejercicios específicos de estiramiento y fortalecimiento diariamente, recomendados por un fisioterapeuta.
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Usa ortesis o férulas de descarga en las fases de dolor agudo para proteger la articulación.
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No te automediques sin supervisión médica: Un uso inadecuado de antiinflamatorios o infiltraciones puede agravar la lesión.
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Aplica frío en la zona en momentos de dolor tras actividad, y calor en fases de rigidez o cronicidad.
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Mantén una buena hidratación, descanso y alimentación antiinflamatoria rica en omega-3, vegetales y antioxidantes.
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Consulta con un especialista en medicina del deporte o rehabilitación si el dolor no mejora.
Conclusión médica
Desde el punto de vista clínico, la epicondilitis es una dolencia molesta, recurrente y, en muchos casos, prevenible. Aunque no suele derivar en complicaciones graves, puede tener un impacto importante en la calidad de vida y en la capacidad laboral del paciente si no se trata adecuadamente. Lo más importante es la detección precoz, la modificación de los factores desencadenantes y un abordaje terapéutico individualizado. Con un tratamiento bien dirigido y constancia en la rehabilitación, la mayoría de las personas se recuperan completamente en un plazo de 3 a 6 meses. No normalices el dolor: consulta a tu médico de familia y evita que esta molesta condición se vuelva crónica.