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Aceite de oliva: entre mitos, verdades y ciencia médica

¿Es realmente un “medicamento natural”? Una aproximación médica entre el mito y la evidencia

El oro líquido entre la adoración y el escepticismo

Pocos alimentos generan tanta devoción como el aceite de oliva, especialmente en las culturas mediterráneas. Aclamado como “oro líquido”, venerado en dietas saludables y convertido en protagonista de remedios caseros, este producto ha saltado del recetario al discurso clínico de algunos profesionales que lo presentan como una suerte de medicina natural. ¿Pero estamos ante una exageración del marketing nutricional? ¿O hay algo de verdad en su reputación?

En los últimos años, han proliferado discursos en redes sociales y medios de comunicación donde el aceite de oliva se presenta como la solución a casi todos los males: desde enfermedades cardiovasculares hasta problemas digestivos o incluso neurodegenerativos. Se le atribuyen propiedades “milagrosas”, muchas veces sin sustento científico, y se banaliza su consumo sin advertir los posibles riesgos asociados al exceso o al uso incorrecto. En este artículo, como médicos, vamos a desgranar esos rumores, desmontar los mitos más comunes y aportar una perspectiva clínica basada en la evidencia.


Mito 1: “El aceite de oliva cura enfermedades cardiovasculares”

La realidad médica:
El aceite de oliva, especialmente el virgen extra (AOVE), tiene una alta concentración de ácidos grasos monoinsaturados (principalmente ácido oleico) y compuestos fenólicos con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Diversos estudios, como los del ensayo PREDIMED, han demostrado que su consumo dentro de una dieta equilibrada (como la dieta mediterránea) se asocia a un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Desmontando el mito:
No es una “cura” en sí misma. No revierte placas de ateroma, no sustituye al tratamiento antihipertensivo ni a las estatinas, ni elimina los riesgos en personas con factores genéticos o hábitos nocivos. Es un coadyuvante saludable, no un medicamento. Y su efecto es acumulativo y sinérgico con el estilo de vida: alimentación, ejercicio, control del estrés y seguimiento médico.


Mito 2: “Tomar una cucharada de aceite de oliva en ayunas limpia el hígado y desintoxica el cuerpo”

La realidad médica:
No existe ningún estudio clínico serio que avale que el aceite de oliva tenga efecto “detox”. De hecho, el cuerpo humano no necesita “ayuda externa” para desintoxicarse: el hígado, los riñones, los pulmones y la piel ya se encargan de ello de forma natural y constante.

Desmontando el mito:
La idea de la “desintoxicación” con aceite es un concepto pseudocientífico, promovido por gurús del bienestar sin base fisiológica. Lo que sí puede hacer el AOVE es mejorar la digestión en algunos pacientes con estreñimiento leve por su efecto lubricante, pero no tiene propiedades depurativas ni hepatoprotectoras directas.


Mito 3: “El aceite de oliva no engorda, así que puedes usar todo el que quieras”

La realidad médica:
Aunque es una grasa saludable, no deja de ser una grasa con un alto aporte calórico: aproximadamente 9 kcal por gramo. Una cucharada (unos 10-15 ml) contiene entre 90 y 135 calorías. Su consumo en exceso puede contribuir al aumento de peso si no se equilibra con el resto de la dieta.

Desmontando el mito:
Usarlo sin moderación es un error. En nutrición, incluso los alimentos saludables deben consumirse con medida. Lo ideal es usarlo en crudo, aprovechar sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, y evitar frituras prolongadas que degradan sus componentes.


Mito 4: “El aceite de oliva virgen extra es el mejor para cocinar a altas temperaturas”

La realidad médica:
El aceite de oliva virgen extra tiene un punto de humeo más bajo que los aceites refinados (alrededor de 190-210°C). Si se sobrecalienta, pierde parte de sus propiedades beneficiosas y puede formar compuestos potencialmente tóxicos.

Desmontando el mito:
Es excelente para cocinar a baja y media temperatura y, sobre todo, en crudo (ensaladas, sopas frías, tostadas). Para frituras prolongadas es preferible usar aceites con punto de humeo más alto o controlar muy bien la temperatura del fuego. El abuso térmico degrada su estructura y genera aldehídos tóxicos.


Mito 5: “Es mejor tomar aceite de oliva solo, sin alimentos, para aprovechar todas sus propiedades”

La realidad médica:
El aceite de oliva actúa mejor como parte de una matriz alimentaria compleja. Su combinación con vegetales, cereales integrales o proteínas permite una mejor absorción de nutrientes liposolubles (como las vitaminas A, D, E y K) y potencia su efecto antioxidante en combinación con otros compuestos bioactivos.

Desmontando el mito:
Tomarlo solo no es más beneficioso que consumirlo en el contexto de una dieta saludable. Además, su ingesta directa puede causar molestias gastrointestinales en personas con gastritis, reflujo o dispepsia funcional.


Mito 6: “El aceite de oliva evita enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer”

La realidad médica:
Algunos estudios preliminares han asociado el consumo regular de AOVE con un menor deterioro cognitivo, gracias a sus efectos antiinflamatorios y antioxidantes. Sin embargo, no hay evidencia concluyente de que “evite” la aparición del Alzheimer ni que lo trate.

Desmontando el mito:
Confundir correlación con causalidad es un error frecuente. Una dieta equilibrada que incluya aceite de oliva puede ser neuroprotectora, pero no es una garantía de prevención. El Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas tienen múltiples causas, muchas aún desconocidas.


Conclusión médica: entre la alimentación saludable y el mito del remedio milagroso

Desde el punto de vista clínico, el aceite de oliva virgen extra es uno de los pilares de una alimentación cardioprotectora, antioxidante y antiinflamatoria. No cabe duda de que es un producto saludable, versátil y de gran valor nutricional. Pero su conversión en “medicina natural” responde más a un discurso de moda y desinformación que a una práctica médica responsable.

Como médicos, debemos recordar que ningún alimento por sí solo cura enfermedades. El aceite de oliva no sustituye tratamientos médicos, ni evita por sí mismo el desarrollo de patologías complejas. Su uso, eso sí, forma parte de un estilo de vida saludable que sí ha demostrado mejorar el pronóstico de muchas enfermedades crónicas. La clave está en el equilibrio, el conocimiento y la supervisión médica. Que el aceite de oliva sea un aliado en tu salud, no un mito más que seguir ciegamente.

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